La Sagrada Orden de Diáconos debe ser “una fuerza impulsadora al servicio de la Iglesia o diakonía en las comunidades cristianas locales, y como un signo o sacramento del mismo Cristo que ‘vino no a ser servido sino a servir’”. “La dimensión del servicio está unida a la dimensión misionera de la Iglesia; es decir, el esfuerzo misionero del diácono abraza el servicio de la palabra, de la liturgia y de la caridad, que a su vez se realizan en la vida cotidiana. La misión se extiende al testimonio de Cristo también en el eventual ejercicio de una profesión laical”. Además, “tampoco falte la perspectiva de la misión ad gentes, si las circunstancias lo requiriesen y permitieran”. En su renovación, la Orden de Diáconos se restaura permanentemente en la Iglesia como “icono vivo de Cristo siervo”. (Directorio Nacional)

Desde el inicio de la orden en Hechos 6, “hombres respetables, llenos del Espíritu y de sabiduría” han sido llamados del pueblo de Dios para que la Iglesia pueda servir mejor a los necesitados. El diácono está ordenado a un ministerio triple de palabra, liturgia y caridad, y todo diácono debe estar preparado para asumir cada uno de estos ministerios de alguna manera. El ministerio de caridad o servicio es más característico del diácono. El servicio, sin embargo, depende y fluye de los ministerios de la palabra y la liturgia. A través de la palabra y la liturgia, el diácono debe llevar a los demás a la práctica de la caridad y al compromiso de buscar la justicia, así como experimentarlos como una fuente de la que extrae su propia vida y gracia para realizar su servicio en la caridad y la justicia.

Los diáconos sirven en muchas funciones. Por ejemplo, sirven en prisiones y cárceles, hospitales y hogares de ancianos, refugios para personas sin hogar y comedores de beneficencia, y muchos otros lugares de servicio. Todos están asignados a una parroquia para ayudar en la liturgia, la catequesis y la proclamación de la Palabra.

La mayoría trabaja de tiempo completo, fuera de la Iglesia. La mayoría están casados y tienen hijos. Un carisma particular de la orden es tener una vida y una presencia firmemente plantadas tanto dentro como fuera de la parroquia. Esto le da al diácono una afinidad particular con la habilidad de animar a los laicos en su apostolado.

Si está discerniendo un llamado al diaconado, visite El Resumen de Admisiones y Formación